Abella Domínguez, Felicísimo

Más conocido como el Padre Abella. Oblato de María Inmaculada.

Falleció el día 23 de enero de 2008, a los 75 años de edad.

El padre Abella en la Primera Comunión de Pilar Linares. Foto: Maribel Linares
El padre Abella en la Primera Comunión de Pilar Linares. Foto: Maribel Linares

ARTÍCULO PUBLICADO EL "EL NORTE DE CASTILLA" EN AGOSTO DE 2007

 

VALLADOLID Medio siglo de vocación Cinco sacerdotes celebran sus bodas de oro en El Abrojo, donde recibieron formación en 1949.

 

EDUARDO RODRÍGUEZ

(LAGUNA DE DUERO)

 

F. Abella, José M. Gago, Fermín del Blanco, Otilio Largo y Amador de Lucas, ayer en El Abrojo. / E. R.

 

Fue como reencontrarse con el pasado. Cinco de aquellos chavales que, comandados por el padre Escanciano y el padre Leal, ya fallecidos, recibieron formación en el Seminario Oblato de María Inmaculada de El Abrojo en Laguna de Duero, celebraron ayer sus bodas de oro sacerdotales en el mismo lugar al que llegaron en la lejana primavera de 1949.

Mucho han cambiado las cosas desde aquel 1957 en el que fueron ordenados sacerdotes. Cada uno de ellos encontró un hueco donde realizar su misión. El padre Felicísimo Abella continúa en El Abrojo, aunque todavía recuerda con añoranza su larga etapa en el Sahara y en Sidi Ifni, una ciudad del suroeste de Marruecos, capital del antiguo territorio español de Ifni. También compartió misiones en esos dos mismos lugares el padre Amador de Lucas, actualmente destinado a Venezuela. Por su parte, el padre José María Gago sigue ejerciendo como tal en California desde 1957, mientras que Fermín del Blanco, actualmente en Madrid, misionó en Chile y en Roma. Por último, en la capital de España también se encuentra el padre Otilio Largo, que pasó por Málaga, Sevilla y Jaén. Todos ellos han desempeñado una función diferente pero, tal y como recuerdan, esta se ha basado siempre en los ideales de la evangelización de los pobres, rehabilitación de los drogadictos, cuidado a enfermos de Sida, en proyectos de viviendas económicas, trabajos con refugiados y también con inmigrantes. Con una misa celebrada en la capilla de la Casa Oblata, a la que asistieron numerosos amigos de aquellos tiempos, los cinco quisieron ayer rememorar aquel capítulo de su vida que supuso un antes y un después en su trayectoria personal.

 

Fuertes emociones

 

La posterior comida sirvió para presenciar momentos de emoción de quienes compartieron tantas y tantas vivencias y que un buen día tuvieron que separar sus caminos. Antiguos compañeros que en definitiva convivieron durante varios años de su adolescencia y primera juventud bajo la tutela y la formación intelectual y ética de los misioneros Oblatos de María Inmaculada, como seminaristas o juniores. Ellos consideran que no deberían enterrarse en el pasado unos años que marcaron de forma importante, cuando no definitiva, su devenir humano, tanto en conocimientos y capacidad intelectual como en valoración y comprensión del mundo.

La educación recibida, por un lado, y la convivencia con unos compañeros y en un marco físico concreto (especialmente el Juniorado de El Abrojo), por otro, suponían un profundo y entrañable peso en la memoria y en la vida de cada uno de ellos. Eso les movió a intentar contactar con quienes compartían o habían compartido unos mismos ideales y vivencias, reconstruyendo un puente de afectos, memorias y compromisos.

 

Ayudar a los demás

 

Con esas mismas intenciones nació hace ahora ocho años la oenegé Amistad y Colaboración Oblata (Amyco) que además se encarga de la recepción de proyectos de ayuda, elaboración y gestión de solicitudes ante los distintos organismos, y distribución y control de esas ayudas. Sus estatutos reflejan claramente que la organización es ajena a cualquier partido o ideología, religión o creencia, de tal forma que en sus filas tiene cabida todo aquel que sienta un ideal de lucha por la justicia social y esté dispuesto a un cierto compromiso con la amistad, la cultura humanitaria, la solidaridad y el respeto a las personas y a la naturaleza.

No importa el color o la condición, solo la necesidad y las posibilidades de solucionar problemas. Este podría ser el eslogan de la función que realizan los oblatos y todos cuantos compartieron formación. Muchos no siguieron el camino del sacerdocio pero sí han mantenido a lo largo de su vida intactos los valores que aprendieron hace más de cincuenta años.